El Pertiguero

Hablamos de cofradías

La Tertulia

«Nigra sum, sed formosa» por Andrés Cañadas y Antonio Montoro

«Soy negra, pero hermosa”. Así reza el lema mercedario que los jerezanos llevamos conociendo siglos enteros y aún seguimos encontrando cuando rendimos nuestra hechura cargada de tantas cosas ante la presencia solemne de nuestra morena Patrona, la Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de la Merced.

Negra pero hermosa. Morena y a la vez guapa, porque no podía ser de otra manera en una tierra que también es morena por sus ‘cuatro costaos’. Morena como la piel de los vecinos que la escoltan en su barrio, herederos de una rama del compás solo posible cuando la sangre es gitana. Morena como la tierra albariza que hace nacer todos los veranos la simiente del vino que nos llena el corazón y el orgullo. Morena como el viento de levante que agosta la uva y la mies entre soles poderosos. Morena como la luna de plata, escritora de leyendas que se remontan a un Jerez muy antiguo y caballero.

Hermosa y sencilla. Madre milagrosa que lleva siglos y siglos amparando a sus hijos. Escuchando a sus hijos. Intercediendo por sus hijos. Ofreciendo a todos su mirada penetrante y su silencio de miel. Ese que habla. Que grita. Que cuenta cosas. Que ofrece paz y sosiego en las tribulaciones del alma y a la vez la infinita alegría de quien se sabe cobijado y a salvo.

¡Qué Patrona más bonita tiene Jerez… y qué grande su misterio de siglos… y qué hermosa y esperada su presencia entre nosotros cada septiembre!

En torno a Ella todo es mágico. Hasta la lejanía urbana que tantos le achacan año tras año, cuando toca volver a acordarse que tenemos una Reina junto a Santiago que vale un imperio. Una puerta abierta a Cristo a través de su mediadora protección.

Ya lo dejó escrito José María Pemán en las líneas que le compuso con forma de himno, con motivo de su Coronación Canónica acontecida el 28 de mayo de 1961 y que reproducimos a continuación, ahora que la antesala del otoño vuelve a ser fragua y crisol donde se funde los piropos y los ruegos, en la absoluta confianza de que la Virgen de la Merced siempre tiene un segundo para cada uno de nosotros. Y eso es tan grande… tan grande…

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